Julio Llamazares, autor de novelas como Luna de lobos o El cielo de Madrid, regresa a las librerías con una emocionante historia sobre el paso del tiempo y la memoria. Una historia sobre los paraísos e infiernos perdidos -padres e hijos, amantes y amigos, encuentros y despedidas- que recorren toda una vida entre la fugacidad del tiempo y los anclajes de la memoria.
Como ya lo hiciera en La lluvia amarilla con celebrada maestría, Llamazares vuelve a usar un lenguaje preciso y poderoso para dibujar una atmósfera poética a través de la cual la voz de narrador evoca y cuenta los pormenores de una existencia vivida con reflexión y emoción a un tiempo.
«— Cada estrella que pasa —dijo Otto— es un verano de nuestra vida. —No —le corrigió Nadia, su novia, sin dejar de mirar al cielo—. Cada estrella que pasa es una vida.»
Esta obra de la narrativa española nos narra la historia de como un profesor de universidad que ha rodado por Europa como una bola del desierto sin echar raíces en ningún lugar regresa a Ibiza, donde pasó sus mejores años de joven, para asistir junto con su hijo a la lluvia de estrellas de la mágica noche de san Lorenzo. La contemplación del cielo, el olor del campo y del mar y el recuerdo de los amigos perdidos desatan en él la melancolía, pero también la imaginación.
«—¿La has visto? —me dice Pedro, mirándome.
—Sí —le respondo yo.
Da igual que la viera o no. Al niño le da lo mismo que sea verdad o mentira y, en el fondo, prefiere que le mienta con tal de compartir su emoción conmigo.
Le he traído hasta aquí arriba para verlas. Lejos de las construcciones que ocupan toda la isla y cuyas luces alumbran la lejanía como si fuera un cielo invertido. Es imposible escapar de ellas por más que uno se aleje de donde están.»
El paso del tiempo es el eje central de esta novela que «habla de cómo las personas somos estrellas fugaces que pasamos por la vida y que desaparecemos dejando un mínimo rastro en la mirada de los que nos siguen recordando«, añade el autor.
El espectáculo de las estrellas fugaces le da pie al narrador a recordar los paraísos e infiernos perdidos y las distintas etapas de su vida, desde aquel tiempo feliz de la infancia «en el que el miedo aún no existía», hasta la época actual, en la que el paso del tiempo preocupa, y mucho.
«El tiempo nunca retorna y esa es la razón de la melancolía del hombre», escribe Llamazares en su nuevo libro, en cuyas páginas también anida la melancolía, ese «sentimiento que te van dejando las pérdidas, ya sean personales o colectivas».
Ligia Pérez de Pineda