Maestro Mateo, «Pórtico de la Gloria», Catedral de Santiago de Compostela. Piedra caliza, 1188

Julián González Gómez

Portico de la gloriaSi exceptuamos el período moderno, acaso sea en el románico cuando el arte occidental evidentemente se configuró de acuerdo a un lenguaje basado en elementos codificados de tal manera que expresasen un mensaje unívoco, sin dar cabida a posibles interpretaciones que escapasen a un esquema planteado de antemano. Las representaciones artísticas del románico se apoyaban fundamentalmente en la noción de que cualquier manifestación material es meramente una imagen distorsionada e imperfecta de una realidad que subyace más allá de las impresiones, lo cual las remite a los conceptos neoplatónicos y gnósticos afianzados en el pensamiento de los primeros siglos del cristianismo. Por consiguiente, la figuración naturalista quedaba descartada y se substituía por una representación esquematizada, la cual en algunos casos se redujo hasta su consecuencia más sintética: el símbolo.

Por otra parte, la vocación didáctica de estas representaciones, mediadas por un carácter absolutamente centrado en los aspectos religiosos, obligaba a los ejecutores a plantear una solución formal que no se podía completar sólo en sí misma, sino que debía estar acompañada por el texto o las palabras interpretativas, emitidos de acuerdo a los dogmas establecidos. La representación religiosa era así concebida como el complemento de la doctrina y la prédica de una salvación dentro de un mundo acaparado por la imperfección y el pecado, un mundo a fin de cuentas de transición. Al artista del románico no se le pedía que representase el mundo tal cual es, ni siquiera tal cual debía ser; al artista se le pedía que representase el edificio sobre el que se asentaba el mundo celestial, relegando al mundo a la categoría de un medio para alcanzar la salvación o la condenación y no un fin en sí mismo.

La Jerusalén celestial, las visiones del Apocalipsis con Cristo en majestad presidiendo el juicio final y la salvación o la condenación de las almas son los motivos recurrentes de este arte que se planteó el problema de representar aquello que no se puede ver en este mundo, tan sólo se puede avizorar. En este sentido, el Pórtico de la Gloria es una de las más altas cimas alcanzadas en la consecución de ese propósito. Ubicado en la portada de la Catedral de Santiago de Compostela, el principal sitio de peregrinación de Europa durante el medievo, su elaboración se debe al maestro Mateo y su taller. Mateo fue uno de los pocos escultores del románico de los que se conoce su nombre y se sabe que trabajó en diversos edificios a lo largo del Camino de Santiago, pero su obra magna la desarrolló en este templo, esculpiendo el Pórtico de la Gloria durante veinte años, desde su inicio en 1168 hasta su finalización en el año 1188.

Condicionado por el contexto arquitectónico al que debía adaptarse, Mateo dividió el pórtico en tres partes claramente diferenciadas y jerarquizadas. Estos tres componentes se complementan entre si formando una unidad iconográfica y conceptual, dividiendo formal y cronológicamente los acontecimientos contenidos en las sagradas escrituras. El Pórtico se hizo con el propósito de brindar al peregrino una visión teológica global de aquellas afirmaciones y aspiraciones que la iglesia propugnaba en bien de la consecución del fin último de la existencia, la salvación, expresada a través de un camino que la misma iglesia había recorrido desde el inicio de los tiempos. Este viaje que había emprendido la iglesia se correspondía con la propia peregrinación que el individuo había realizado a través de los caminos que conducían a Santiago de Compostela con el fin de hacer méritos para su propia salvación. Así, medio y fin se unifican, al igual que la institución eclesiástica y el individuo en un todo indisoluble.

La puerta central de la portada está dedicada a la salvación y su lectura se desarrolla de abajo hacia arriba. En el parteluz de la puerta, que es la columna que la divide en dos partes se halla representado el árbol de Jesé, que identifica la genealogía de Jesús. En su base se halla la representación de Adán, el primer ser humano, flanqueado por dos leones y en la parte posterior se halla la figura del propio maestro Mateo arrodillado como si entrara al templo como un peregrino más. Esta base entonces representa al ser humano en el mundo. La figura dominante del parteluz, ubicada sobre el fuste, es la del apóstol Santiago, patrono del templo y quien simbólicamente da la bienvenida a los peregrinos. El capitel contiene una representación de la Santísima Trinidad, que además es el apoyo simbólico de los acontecimientos que se narran más arriba, en el tímpano.

El tímpano está dedicado al Apocalipsis y las figuras que hay en él aluden literalmente a la escritura. En la arquivolta están representados los veinticuatro ancianos con coronas de oro que tañen instrumentos musicales en una muda sinfonía que preconiza el fin de los tiempos. Al centro, aparece la figura triunfante de Cristo resucitado con las heridas de la Pasión, quien regresa para juzgar a vivos y muertos. Curiosamente, la figura de Cristo no está encerrada dentro de una Mandorla, como es usual en el arte románico. Rodeando la figura del Salvador se encuentran Los ocho ángeles de la Pasión y los elegidos. Así mismo, Una de las visiones de San Juan en el capítulo IV del Apocalipsis habla de “cuatro seres vivientes” que en la edad media se identificaron con las formas simbólicas de los evangelistas, conocidas como el Tetramorfos, que aquí están representados cada uno de ellos llevando en el regazo su símbolo: el león para San Marcos, el buey para San Lucas, el águila para San Juan y el hombre para San Mateo.

Debajo, en la jamba o columna izquierda representa al Antiguo Testamento. Los cuatro profetas mayores sostienen pergaminos con sus nombres. Jeremías aparece apesadumbrado, pues fue lapidado y profetizó la Pasión, mientras que Daniel aparece feliz, pues tuvo la visión de la venida de Cristo. La jamba o columna derecha representa al Nuevo Testamento con los cuatro apóstoles como sostén de la iglesia. En la base hay esculpidos monstruos, simbolizando que el mal queda aplastado por la iglesia.

A los lados de esta sección central se encuentran dos puertas con sus respectivos arcos. El arco izquierdo representa la expectación mesiánica, los tiempos del Antiguo Testamento en el que la figura central es Dios, rodeado por todos los personajes antiguos. El arco derecho representa los tiempos finales después de la venida de Cristo: el Juicio Universal. Cristo está en el centro presidiendo el juicio, a sus lados los justos y los pecadores y debajo de él el Arcángel Gabriel.

A través de la representación artística, el Pórtico de la Gloria se convierte en un elemento que enseña no sólo el camino a seguir para alcanzar la gracia, sino también en la representación del modelo teológico universal en el que se basan los fundamentos de la iglesia. El edificio eclesiástico, que es a fin de cuentas la construcción del mundo y de sus principios universales, se encuentran aquí representados en un todo congruente con una visión salvífica, que era el centro alrededor del cual giraba la vida en el medievo, tiempo de claridad y oscuridad que encuentra en este pórtico una de sus luces más brillantes.


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