Willem Claeszoon Heda, «Naturaleza muerta con copa dorada». Óleo sobre tabla, 1635

Julián González Gómez

Willem Claesz Heda Naturaleza muerta con  copa dorada, 1635, óleo sobre tablaComo se ha escrito antes en esta sección, la pintura holandesa del siglo XVII ha sido considerada una de las cimas más notables del arte desde el Renacimiento. Sin grandes pretensiones de grandeza, esta pintura que fue hecha en su mayoría con la humilde función de decorar las blancas paredes de las casas de sus ricos propietarios, empezó a ser reconocida cada vez más desde el siglo XIX, hasta llegar a ser uno de los tesoros más preciados de los museos que tienen la suerte de poseer algunas de estas pinturas.

En esa Holanda predominantemente protestante, austera y próspera hubo gran cantidad de artistas que se especializaron en diversos temas como el paisaje, las escenas domésticas, las marinas y también las naturalezas muertas o bodegones. Dentro de los pintores que se especializaron en este último tema, destaca sobre otros Willem Claeszoon Heda. Aquí presentamos una muestra de su trabajo, en la que podemos apreciar los restos de una comida que acaba de terminar y todos los elementos propios de tal escena. La perfección del dibujo, la perspectiva, los colores y tonalidades y sobre todo la minuciosidad de su elaboración podrían compararse a la veracidad de una moderna fotografía en alta resolución.

La composición muestra un balance dinámico y asimétrico entre dos mitades: la parte izquierda en la que están dos platos con ostras, uno en el que están las que no se comieron y el otro en el que están las que se han consumido, acompañadas por otro plato en el que está el pan parcialmente desgajado y la parte derecha, en la que hay dos copas, el recipiente para el vino, una lámpara de aceite y otros enseres. Un limón cortado, cuya cáscara cuelga de la mesa enfatiza la verticalidad de esta mitad, que contrasta con la horizontalidad de la parte izquierda. La copa dorada, que está caída hacia la derecha, es el puente que liga ambas mitades formando así una composición integrada a pesar del contraste de las masas. Como contraparte encontramos el blanco mantel, el cual está bien extendido en la mitad donde predominan las masas horizontales y está recogido y revuelto en la que predominan las masas verticales. Este es otro elemento que equilibra la composición y además acentúa el dinamismo de la asimetría.

La luz que baña la escena proviene de una ventana abierta y matizada por los cristales opacos que seguramente tiene e incide en tres cuartos de lateralidad, por lo cual las zonas de luz son más abundantes, en contraste con las que están en penumbra. Además esta ventana se encuentra ubicada en la pared opuesta de la mesa y eso lo sabemos no sólo por su tersura, sino también porque está reflejada en la copa de cristal que tiene el vino hasta la mitad. Esta luz hace que los matices sean suaves y uniformes, sin contrastes cromáticos o de tono y solo las texturas establecen una clara diferenciación entre todos los elementos.

En un sentido metafórico, entre otras cosas el cuadro representa a la Santa Cena ya que hay doce elementos sobre la mesa y un décimotercero que es el limón, que simboliza la amargura de la muerte. La copa dorada que está caída representa a Jesús, próximo a su pasión y deceso en la cruz. Las ostras representan la humildad, ya que aquí no contienen perlas, además están representados tanto el pan como el vino y ambos están parcialmente consumidos, símbolo de la eucaristía. Por otra parte, se puede notar que la mesa ha sido abandonada precipitadamente, dejando algunos enseres en un precario equilibrio como el plato con las ostras ya comidas a la izquierda que parece que se va a caer, el plato con el pan más a la derecha que está también sobrepasando el borde, las copas caídas y el vino a medio consumir. No es raro que haya un misterio que se revela en estos elementos convertidos en símbolos en el arte de una comunidad puritana y amenazada por enemigos externos como la sociedad holandesa del siglo XVII. La gente necesitaba apelar a la seguridad que brindaba la religión y todos sus atributos. Para nosotros, que estamos insertos en el mundo contemporáneo, una naturaleza muerta constituye sólo una imagen con mayor o menor calidad y diversas características, pero en la antigüedad estas representaciones tenían obligadamente que ser alegóricas y si su contenido reflejaba diferentes aspectos relacionados con la fe tanto mejor.

Willem Claeszoon Heda nació en Haarlem en 1594. No se sabe cuál fue su formación, pero desde 1631 estaba inscrito en el Gremio de San Lucas, que era el de los pintores. Fue un ciudadano notable ya que desempeñó diversos cargos en la guilda de Haarlem, que era el equivalente a la corporación municipal. Fue considerado el mejor pintor de naturalezas muertas de su ciudad y su buena reputación hizo que tuviese gran cantidad de encargos, aunque no se sabe si hizo fortuna gracias a su arte o si se dedicó a otras actividades para ajustar su presupuesto como era común entre los artistas holandeses de la época. Tuvo varios discípulos, entre los cuales el más sobresaliente fue Frans Hals, quien luego sería uno de los pintores más famosos de este período. Heda murió en Haarlem en 1680 a la avanzada edad de 86 años, siendo enterrado con honores en la iglesia principal de esta localidad.


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