Wasili Kandinsky, Composición, óleo sobre tela, 1913

Julián González Gómez

KANDINSKY_Improvisación con forma (fredde) 1913Los logros de Kandinsky son hoy reconocidos por todos aquellos que de una forma u otra aprecian el arte moderno, pero para él cada logro fue resultado de una lucha sin cuartel y un afán de experimentación que nunca cesó en el transcurso de su vida. Tal vez su mayor logro, que también fue su mayor descubrimiento: el arte abstracto, paradójicamente fue el resultado de una casualidad, de un accidente o quizás de la concatenación de diversos factores que cuajaron en un momento único e irrepetible. Según su propio testimonio, una mañana regresó a su estudio, en donde había dejado montado de cabeza en el caballete un cuadro que estaba en proceso de ejecución y al entrar y verlo así, al revés, sin una referencia que resultara familiar, de pronto se dio cuenta de la belleza de las manchas de color sin forma definida, de los trazos puros, del lenguaje de los colores agrupados sin un aparente sentido. Fue así como empezó a concebir el arte abstracto como aquel que no representara el mundo sensible tal como lo vemos habitualmente, o mejor aún, como lo entendemos habitualmente. Así, el arte abstracto sólo haría referencia a sí mismo, representando mundos desconocidos y no habituales, de acuerdo a las condiciones de la observación común que hacemos.

Esta nueva referencia establecería una sólida base conceptual para este arte, carente hasta entonces de la misma (estamos hablando de 1908) y sólo visto ocasionalmente como un juego o en todo caso una rareza, ya que la abstracción en el arte siempre ha existido. De esta forma, al contemplar un cuadro abstracto, el observador no está viendo una representación de la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones, sino una nueva naturaleza que el artista ha creado y representado sólo en el cuadro. Esto no satisfizo a muchos de los llamados “conocedores” que en su mayor parte alegaban que el ser humano no es capaz de representar nada que esté afuera de la naturaleza sensible, es decir, el mundo fenomenológico y por ello, este supuesto “arte” no es más que una impostura o, para ser más bondadosos, una visión “lírica” de la propia naturaleza y nada más. Kandinsky dedicó gran parte de su larga vida a desmentir estas aseveraciones y demostrar la validez de su postura desde diversos puntos de vista, incluyendo la filosofía y la espiritualidad. En un principio partió de un texto de Wilhelm Worringer “Abstracción y Empatía”, en el cual el autor discute la idea de que la representación plástica basada en la perspectiva renacentista no es válida para considerar el arte de otros pueblos, especialmente los nórdicos, cuya base fundamental de representación no es figurativa, sino abstracta. Kandinsky, que provenía de la cultura rusa y asiática y que se identificó con la cultura alemana tradicional se sintió plenamente identificado con este punto de Worringer, al que sumó sus propias opiniones.

La abstracción a la que llegó Kandinsky, llamada por algunos “Abstracción Lírica”, fue el resultado de un proceso que inició este en su natal Rusia desde finales del siglo XIX cuando decidió dejar los estudios universitarios y una cátedra para dedicarse por entero al arte. Kandinsky procedía de una familia acomodada y culta, en la cual el arte tenía un protagonismo especial. Nació en Moscú en 1866, su padre era un comerciante de té procedente de Kyakhta, población cercana a la frontera china en Siberia. Vivió un tiempo en Odessa, hasta que se trasladó definitivamente a Moscú para iniciar estudios de Derecho y Ciencias Económicas. Por esa época se casó con su primera mujer y en 1893 fue nombrado profesor en la Facultad de Derecho. Según sus palabras, hubo dos acontecimientos que marcaron su vida durante esta época: la exposición de los pintores impresionistas que se llevó a cabo en Moscú hacia 1895 y la representación de la ópera Lohengrin de Wagner en el teatro Bolshoi. Kandinsky sintió la necesidad de estudiar arte y dedicarse a esta actividad por el resto de su vida, pero en Rusia no había una academia que considerara lo suficientemente avanzada como para someterse a la disciplina, por lo cual decidió emigrar a Alemania. Por otra parte, dominaba la lengua alemana, lo cual era común dentro de las familias cultas de la Rusia zarista y a los treinta años decidió viajar a Munich para inscribirse en su Academia de Arte. Fue rechazado, por lo cual ingresó en una academia privada hasta que por fin en 1900 fue admitido en la Academia de Munich donde continuó sus estudios.

Posteriormente su preocupación principal estuvo asociada a la introducción del arte moderno en la ciudad, tarea nada fácil ya que Munich se caracterizaba por el conservadurismo de sus artistas. Más adelante fundó con August Macke y Franz Marc el grupo “El Jinete Azul”, al que se unieron posteriormente otros artistas de la vanguardia y se constituyó en el segundo grupo representativo del expresionismo alemán, después de “El Puente”, que había sido fundado en Dresde alrededor de 1906. La paleta de Kandinsky se caracterizó siempre por los colores brillantes y un sentido de síntesis que hacían que su arte se asemejara a los trabajos de los fauvistas franceses.

Kandinsky, poseedor de una fuerte vena espiritual y mística, compartía con otro de los pioneros de la abstracción, el holandés Piet Mondrian su afiliación a la Sociedad Teosófica, fundada por Mme. Blavatsky desde el siglo XIX. La Sociedad basaba sus creencias en el misticismo oriental en conjunción con el espiritualismo europeo que estaban en boga y sus miembros se sentían parte de una hermandad que buscaba las respuestas a las grandes interrogantes a través de las experiencias místicas. Tanto para Mondrian como para Kandinsky, la espiritualidad se hallaba en relación intrínseca con su quehacer artístico. En 1912 publicó “De lo Espiritual en el Arte”, texto fundamental para los artistas de las vanguardias y por el que se dio a conocer en Europa. Posteriormente empezó a desarrollar la abstracción de una forma sistemática y abandonó definitivamente toda referencia figurativa en sus pinturas, las cuales empezaron a adquirir un carácter cada vez más libre y auto referente, consolidándolo como el principal exponente de esta tendencia no sólo en Alemania, sino en toda Europa. Al iniciarse la guerra europea en 1914 regresó a Rusia y se involucró más tarde en los movimientos sociales que precipitaron la revolución de 1917. Al año siguiente, su afán por colaborar con el nuevo régimen y la consolidación de lo que veía como una nueva sociedad lo llevaron a trabajar en la política cultural y se dedicó a la enseñanza en el recién creado Instituto de Cultura Artística de Moscú. Más tarde, desencantado por los bolcheviques y su autoritarismo, aceptó la invitación de Walter Gropius para unirse como profesor en la Bauhaus de Weimar, donde enseñó durante varios años hasta su clausura en 1933, año en el que se marchó de Alemania para residir en París hasta su muerte, acaecida en 1944. En la Bauhaus Kandinsky investigó sobre la psicología del color y de la forma y se interesó en los problemas más complejos de la composición, siempre desde un punto de vista abstracto. La obra que realizó desde esta época denota sus investigaciones y la influencia del constructivismo.

La obra que aquí presentamos fue pintada en la época en que Kandinsky estaba consolidando su abstracción por medio de la experimentación libre de formas y combinaciones cromáticas. Al igual que la mayor parte de las pinturas que realizó por ese entonces no tienen un título individual, sino genérico y las llamó “composiciones” y en otros casos “improvisaciones” de acuerdo al método que empleó para realizarlas, unas veces más formal y otras más espontáneo. En este caso, al llamar a la pintura “Composición” Kandinsky nos dice que realizó diversos ensayos y bocetos previos para realizarla con un propósito específico. Aquí predominan los colores primarios: azul, rojo y amarillo, ligeramente matizados por las dos tonalidades básicas: blanco y negro. El equilibrio que trata de establecer está entonces en relación con el cromatismo el cual, al descartar los colores secundarios o terciarios y los tonos grises, busca un efecto de pureza cromática que se presenta a nuestros ojos en diversas combinaciones, pero en número limitado. En este sentido, las formas dejan de tener protagonismo e importancia pues son los colores los que dominan por completo el esquema total de la obra. En sí, además de ser una obra de arte, esta pintura, al igual que la mayoría que realizó, son un ejemplo de composición y una muestra de experimentación con un carácter eminentemente dinámico y sobre todo didáctico. Así, Kandinsky no sólo pintaba para agradar nuestros sentidos, sino sobre todo para mostrarnos ejemplos de ideas que se concretan en una expresión gráfica. Maestro y artista en una unión simbiótica que dejó algunas de las páginas más sobresalientes del arte de las vanguardias históricas del siglo XX.    


Departamento de Educación
Calle Manuel F. Ayau (6 Calle final), zona 10
Edificio Académico, oficina A-210
Guatemala, Guatemala 01010