«The House of Twenty Thousand Books». Sasha Abramsky

Rodrigo Fernández Ordóñez

Pocas veces he podido calificar de hermoso un libro. Esta es una de esas ocasiones, pues el libro de Sasha Abramsky es hermoso en un sentido estético, por la forma en que está escrito, hermoso por la historia en sí que nos narra, hermoso por el recorrido de la historia judía en el turbulento siglo XX, hermoso por el repaso a la historia de las ideas que alimentaron la violencia de ese siglo, hermoso por la historia de Londres que entrelaza con la de su familia. Hermoso por el amor y admiración que rezuma en cada página por sus abuelos, a quienes está dedicado el libro y las figuras principales de la obra.

 

Portada del libro, edición de la New York Review of Books.

Portada del libro, edición de la New York Review of Books.

Leerlo fue una constante lucha entre el entusiasmo y la sensación de pérdida, pues con cada página de gozo se iba agotando el libro. En pocas ocasiones he sufrido por acabar un libro al mismo tiempo que uno quiere seguir leyéndolo. Tal vez agradecería uno el prodigioso libro de arena de Borges en este caso, o quizá no, pues el saberlo finito pudo haber creado esa atmósfera de feliz descubrimiento, de una historia bien contada.

La historia no puede ser más simple en principio: Chimen Abramsky, abuelo del autor muere en Londres, en la casa en donde se estableció en 1942, con su esposa Miriam y una creciente biblioteca que termina por rebalsar los anaqueles e invadir toda la casa. Tan sólo los baños y la cocina quedan fuera de los tentáculos de papel. El libro es la historia de esa biblioteca. El recorrido lo marcan los pasos de su nieto Sasha, quien viaja desde California para despedirse del abuelo al que considera su mentor intelectual. Escoge algunos libros para llevarse a casa y preparan con su hermano los libros que se han de donar a instituciones para que los conserven. De este planteamiento simple, surge una historia monumental del siglo XX en la que se desarrollan varios hilos argumentales que, como cajas chinas o muñeca rusa, se van conteniendo uno dentro del otro, narrados con tal calidad literaria que uno no puede descubrir el artificio a menos que se empeñe en desmontar el libro, lo cual sería un crimen de lesa literatura.

El narrador, Sasha, juega hábilmente con los diferentes planos, cambiando de tema constantemente, sin permitir que nos aburramos cuando aborda, por ejemplo la historia de los judíos en la Rusia zarista, cuando narra el origen de la familia y los sufrimientos de Yehezkel, su bisabuelo y con el tiempo uno de los principales rabinos. Pero en todo caso los libros son siempre la guía, el botón que acciona cualquiera de las tramas de la historia, ya sea por su contenido, por la forma como se consiguió, el autor, sus ilustraciones, el libro sería correcto decir, es el personaje central, el verdadero protagonista de sus casi 400 páginas.

“They where Chimen’s guides through life, his search for meaning, for purpose, for structure in human existence. They were like a seed bank out of wich his world could be resurrected, or shards from an archaeological dig- the older layers buried underneath newer, fresher levels- allowing vanished histories to come back to life (…) They provided protection from madness of the world outside- or, at the very least, a road map for navigating chaos.”

 

El libro fue recomendado por la New York Review of Books en su boletín semanal, calificándolo de uno de los mejores del 2015, y debo decir que fue una recomendación acertada. Pocos libros leídos en los últimos tiempos podría compararlos con este, se me ocurre que la soberbia recopilación de ensayos sobre boxeo At The Fights, publicado por la Library of America, o el inclasificable libro de Phillip Hoare, Leviatán, dedicado a todo lo que tenga que ver con ballenas y que va desde su diario de viajes hasta la historia verdadera de Moby Dick y las excentricidades de Nathaniel Hawthorne.

Edición de bolsillo del libro. La biblioteca, según su nieto ofrecía a Chimen: “… words and books provided structure to his world; they staved off the chaos, the anarchy, the fearsomeness of daily existence…”

Edición de bolsillo del libro. La biblioteca, según su nieto ofrecía a Chimen: “… words and books provided structure to his world; they staved off the chaos, the anarchy, the fearsomeness of daily existence…”

Este libro es también inclasificable, y quizá por ello es que resulta tan agradable leerlo, porque tiene un poco de historia de la religión y cultura judías, un poco de historia mundial, un poco de la historia de las ideas políticas, un poco de autobiografía, un poco de saga familiar y mucho de libros, desde las texturas del papel, hasta las más importantes casas impresoras europeas tras el boom de la imprenta.

“Paradoxically, perhaps, Hebrew printing in what would become the Ottoman capital developed centuries before Islamic printing in the city got a foothold, having been established as early as 1493 by two Portuguese brothers, David and Samuel Nahmias. In the decades that followed, the Nahmias press published more than one hundred books, in tiny editions that never exceed three hundred in number, many of them written by Sephardic refugees from Spanish Inquisition to the west…”

 

El personaje central y alma del relato es tanto la biblioteca, como la personalidad de Chimen Abramsky, un hombre diminuto de una estatura intelectual que le llevó a ocupar una cátedra titular de historia judía en Saint Anthony College, Oxford, pese a no tener grado académico. Militante furioso del Partido Comunista Británico, poseedor de la biblioteca privada de socialismo y marxismo más importante del hemisferio occidental, que alguna vez criticó las actividades religiosas de su propio padre como “reaccionarias”, y justificó los años que su progenitor pasó en gulags siberianos como pasos de la construcción del socialismo, rompió luego con el comunismo tras el terremoto de las denuncias de Kruschev en el X Congreso del PCUS y la invasión soviética de Hungría en 1956. Las ideas religiosas como mera teoría y la historia de los judíos fueron consuelo para su atea alma.

“When he came to write his biography for the Communist Party, on March 28, 1950, Chimen at the time a fervent Soviet apologist, explained that ‘my parents are very reactionary. For a short time my father was imprisoned in Russia’. The way it was structured, the first sentence seemed intended to justify the content of the second: ‘He was imprisoned because he was reactionary’…”

Pero la posterior renuncia al comunismo, que llevó también al rompimiento y ostracismo por parte de amigos de toda la vida lo liberó de la estrechez ideológica que imponía el estalinismo en esa época, y lo llevó a tomar contacto con personajes de la talla de Isaiah Berlin, con quien haría amistad hasta el día de la muerte de este. El camino que tomó este renegado del fundamentalismo marxista fue el liberalismo, y por extraño que pareciera, la búsqueda del sentido religioso de su identidad judía. En esta sección el libro alcanza un tono maravilloso, sobre todo cuando delinea las ideas religiosas de Maimónides y de Spinoza y se adentra en la descripción de las bibliotecas judías más importantes de Europa, una de las cuales habría de salvar, en un rocambolesco incidente del olvido de la Praga comunista en los años sesenta.

Pero no sólo hay discursos intelectuales. El libro pasa por escenas interesantísimas de la Londres durante los ocho meses del Blitz, la vida bajo los bombardeos, durante los cuales los británicos trataron a toda costa de demostrarle al mundo que no los iban a doblegar, y durante los cuales Chimen trabajó voluntariamente como vigía: “In the evenings, while the German bombers unloaded their deadly cargoes over London, he was a fire-spotter with the Metropolitan Borough of St. Pancras Fire Guard. He would stand on rooftops, scanning the blacked-out city below, looking for flames, and phoning in locations to the fire brigades…”

La visita a cada estancia de la casa de los 20,000 libros nos ofrece también una oportunidad de atisbar la vida de una comunidad judía en una ciudad occidental. Aunque oficialmente ateos, Chimen y Mimi guardaron las formas ceremoniales toda la vida, y aunque no eran excesivamente cuidadosos de seguir las prohibiciones religiosas, ciertas ceremonias las seguían al pie de la letra, aun y cuando militaban ciegamente en el Partido Comunista. Esto facilita el relato para que fluya por la historia del pueblo judío y apuntar aspectos interesantes de los judíos ortodoxos y los más modernizados, unos cuidando a ultranza las tradiciones y otros, buscando la integración de sus gentes a la nueva sociedad. En este sentido, para el lector profano, el libro es sumamente esclarecedor, importante para entender los desafíos que afronta esta religión milenaria.

Por último, vale la pena apuntar que el libro rezuma amor y admiración por cada una de sus hojas, pero sin llegar a la cursilería ni al sentimentalismo facilón. En todo momento el libro es un ejercicio de búsqueda de la verdad, y eso se debe agradece a Sasha Abramsky, porque no se muerde la lengua al momento de criticar ciertas fases de la vida de su abuelo, logrando un retrato intelectual y vital equilibrado, que nos dibuja a un hombre común y corriente, con una capacidad intelectual fuera de lo común.

Sasha Abramsky nació en Inglaterra en 1972, creció en Londres y estudió Política, Filosofía y Economía en el Balliol College, Oxford. En 1993 se mudó a Nueva York para estudiar Periodismo. Actualmente, vive en Sacramento, California, con su esposa e hijos.

Sasha Abramsky nació en Inglaterra en 1972, creció en Londres y estudió Política, Filosofía y Economía en el Balliol College, Oxford. En 1993, se mudó a Nueva York para estudiar Periodismo. Actualmente vive en Sacramento, California, con su esposa e hijos.


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