Piet Mondrian, Composición en rojo, azul y amarillo. 1937-42. Óleo sobre tela.

Mondrian, Composicion en rojo, azul y amarillo. 1937-42Conozco varias personas que rechazan profundamente el arte abstracto. Algunas de esas personas, las más sinceras, me dicen que simplemente no lo entienden y que no les dice nada; otros, los más pedantes, alegan que no es arte, que sólo es decoración porque el arte “de verdad” debe ser mimético, debe reflejar la realidad. Estos últimos en especial delatan poseer mentes estrechas que necesitan encasillar cualquier cosa para juzgar (o prejuzgar), de acuerdo a sus apriorismos. Me parece que en el fondo tienen un enorme temor a lo que no consideran concreto, a aquello que se escapa a las definiciones es decir, a lo que alguien pensó, juzgó y dictaminó antes que ellos. Son como pericos de la razón que repiten y se llenan la boca con discursos prefabricados. A ellos les dedico esta obra de un genio de la razón y el espíritu que, como muchos, no fue comprendido en su tiempo, pero al paso de los años hemos descubierto la gran verdad que yacía detrás de la línea pura y el campo de color: Piet Mondrian.

Bautizado como Pieter Cornelis Mondriaan nació en Amersfoort, Holanda en 1872 en el seno de una familia de fuertes convicciones calvinistas, cuya severidad y ascetismo lo marcó de por vida. Cuando estudiamos su trayectoria artística, unida indisolublemente a los acontecimientos de su vida, nos damos cuenta que Mondrian sufrió una evolución dramática que lo llevó desde el naturalismo de sus primeros años, hasta la abstracción en su estado más puro. Desde las representaciones que pretendían ser fiel reflejo de la realidad que captaban sus inquietos ojos, pasando por los experimentos de síntesis gráfica, en los cuales reducía las figuras a su mínima expresión, hasta llegar a la concepción de nuevos universos geométricos, pasaron más de 30 años de intenso trabajo. Alrededor de 1908 se unió a la Sociedad Teosófica, en donde se inició en los estudios espirituales y filosóficos que marcaron su pintura y su carácter de un fuerte componente místico, en el cual  era imprescindible la búsqueda del conocimiento de la verdadera esencia de la naturaleza. Según se afirmaba en esta sociedad, la esencia de las cosas no se puede conocer solamente a través del conocimiento científico y empírico, era necesario implicar también aquellos elementos que no son evidentes a la razón, sino más bien aquellos que son evidentes al espíritu. Mondrian se pasó el resto de su vida buscando esa esencialidad concreta, esa pureza que define la realidad y la naturaleza a través del arte, al que consideraba un medio alternativo de conocimiento.

Su amistad con Theo Van Doesburg dio como resultado la creación de una nueva vanguardia que se dedicó a investigar las características del espacio: el neoplasticismo. Pronto se les unieron un grupo de artistas entusiastas que empezaron a realizar sus investigaciones bajo la guía de Mondrian y Van Doesburg y el grupo fundó una revista en donde exponían sus ideas llamada “De Stijl” (“el estilo” en holandés). Para los neoplasticistas el espacio es unitario y a la vez continuo, las barreras que se le pueden colocar sólo son provisionales y no evitan que fluya en todas las direcciones posibles. Cualquier orden concreto del espacio sólo se puede lograr parcialmente mediante la adición de planos o líneas, elementos que se agregan con un propósito que es sólo  perceptivo y temporal. Mondrian llevó esta búsqueda a sus últimas consecuencias, creando pinturas en las que se representaba el espacio puro mediante campos blancos y sus elementos reguladores mediante líneas negras. Es como si pretendiese afianzar al espacio a través de trazos reguladores en los cuales se puede anclar la percepción, que de otro modo sólo captaría un único campo blanco. A esta trama le agregó campos rectangulares pintados con los colores rojo, azul y amarillo que son los colores esenciales, de los cuales surgen todos los demás. Posteriormente, en sus últimos años en Nueva York, descubrió la posibilidad de descomponer los propios trazos reguladores, que dejaron de ser negros y pasaron a ser otros campos de colores primarios, subdivididos a su vez por campos más pequeños de los mismos colores.

De esta forma Mondrian, el místico y asceta, creaba un nuevo universo en cada cuadro y todos sus cuadros forman a su vez un universo esencial y concreto, del que sólo se puede representar una pequeña parte por las limitaciones del espacio del soporte: un cuadrado en donde está fijada la tela. Por ello, en todas sus obras los trazos lineales negros y algunos de los rectángulos de colores se expanden al borde, como si no tuvieran fin y se prolongaran más allá de la de los límites de la tela, hacia el infinito. Todos los rectángulos que utilizaba estaban regidos por las reglas de la armonía geométrica, que es matemática y también, ligada a la percepción, nos brinda placer estético y espiritual. En ningún caso estos rectángulos se trazaban arbitrariamente, lo cual señala la convicción de Mondrian de que el espacio, es decir la naturaleza, puede ser concebido por el ser humano mediante un orden que lo rige y nunca es caótico. Espacio puro representado en sus elementos más esenciales, culto “apolíneo” en su más depurada expresión, ¿acaso hay algo más racional y a la vez espiritual que esto?  

Julián González


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